Una correcta visión de la sexualidad



Una correcta visión de la sexualidad
La sexualidad no es, únicamente, nuestro aparato reproductivo, sino es toda la persona

Poco a poco hemos ido planteando los elementos y las consideraciones más importantes que nos pueden llevar a amar como Cristo ama. Parte de ese amor implica una formación correcta en la sexualidad

Para esto en necesario plantearnos las siguientes preguntas:

¿Consideras que tu cuerpo es importante? ¿Porqué?
¿Aceptas cómo es todo tu cuerpo o hay partes que no aceptas ... color, forma, tamaño?
¿Según tu criterio, crees que das normalmente a tu cuerpo lo que necesita para desarrollarse? ¿Le das de más o le das de menos?

Los antiguos aztecas pensaban que somos corazón y rostro. Algo que somos, pero que no se ve y que refleja lo que somos ... todos manifestamos externamente lo que somos internamente. Lo de dentro y lo de fuera repercute uno sobre el otro. Hay que ser coherente entre el cuerpo y el "corazón" o "alma". Lo de adentro refleja lo de afuera.

Nuestro cuerpo es una maravilla ... ojos, agilidad, capacidad de recuperación, capacidad de procreación. Posee la perfección de la Creación. Dios no crea nada imperfecto.

Dios nos ha dado a cada uno un cuerpo y uno sólo. No se repone ni se compra otro. Cada uno es responsable de cuidarlo, ejercitarlo, desarrollarlo, fortificarlo ... embellecerlo.

Dios nos creó hombre y mujer. Esto significa que somos seres sexuados, que somos diferentes en nuestra sexualidad. La sexualidad no es, únicamente, nuestro aparato reproductivo, sino es toda la persona. Por ello nos comportamos de diferentes formas, como hemos visto antes.

En el momento de nuestro Bautismo, se borra el pecado original y recuperamos la capacidad de obtener una amistad con Dios. En él se nos dan las virtudes de fe, esperanza y caridad, los dones del Espíritu Santo y a partir de ese momento la Santísima Trinidad habita en nosotros. Nos convertimos en templos del Espíritu Santo.

El quinto mandamiento nos dice :"No matarás". Que no sólo se refiere a matar a una persona, sino también a no "matarnos" a nosotros mismos.

Le quitamos la vida a nuestro cuerpo poco a poco con la mala alimentación, falta de descanso, falta de higiene, con las bebidas alcohólicas, drogas, tensión y angustia; y otras cosas más.

En la Biblia se nos dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que estamos al servicio del verdadero amor. Por lo tanto, debemos de hacer buen uso de nuestra sexualidad. No dejarnos dominar por ella, no vivir para el placer. Hay que ser castos.

¿Han oído hablar de la castidad? ¿En qué consiste esta virtud?

La castidad es un don del Espíritu Santo, una virtud. Gracias a la cual logramos dominio sobre nuestra sexualidad y vivimos conforme al corazón de Dios.

Es el Espíritu Santo quien nos da la fortaleza para crecer en el dominio de sí y para orientar nuestra capacidad sexual al servicio del amor.

Para vivir la castidad se requiere "ascesis personal" (disciplina) es decir, de la mortificación, porque como Cristo murió para resucitar, nosotros como cristianos debemos morir a todas esas actitudes que lastiman el espíritu y/o el cuerpo, para vivir como el "hombre nuevo" en Cristo.

A la luz de Cristo, la sexualidad aparece como una vocación a realizar el amor que el Espíritu Santo llena en los corazones, y es el mismo Cristo quien bendice la unión hombre-mujer a través del sacramento del Matrimonio.

La unión conyugal, bendecida por Cristo, debe ser un acto de amor, una donación de uno al otro y viceversa. No es satisfacer una tendencia, no es la búsqueda del placer. Este último se da como consecuencia de una entrega amorosa. El placer nunca podrá ser un fin.

Nunca será válido utilizar a otra persona para satisfacernos sexualmente. Al ser un acto de amor la unión conyugal, tampoco se puede ver como posesión del otro.

En María, encontramos el ejemplo de la pureza que Dios nos pide. Nosotros somos dueños de nuestro cuerpo y podemos dominarlo, no dejando que las pasiones nos dominen.

Por el Bautismo llegamos a ser parte de la familia de Dios, que nos hace ser hijos adoptivos de Dios, y se hace presente el Espíritu Santo en nuestra vida, presencia que se reafirma en el Sacramento de la Confirmación.

Debemos estar conscientes que Cristo quiere vivir en nuestros corazones. Debemos abrirle nuestro corazón y tenerlo limpio como cuando limpiamos nuestra casa para recibir visitas. Para ello, es necesario hacer lo que Jesús con su vida nos enseñó.

Debemos mirarnos con nuevos ojos, admirarnos y agradecerle a Dios la obra que ha realizado con nosotros.

De esta manera debemos asumir, en la fe, nuestra sexualidad, es decir como un reto en el proceso de ser cada vez mejores personas.

De tal modo, para vivir como hijos de Dios necesitamos:

Un constante dominio de nosotros mismos, encauzando nuestros sentimientos y emociones, sobre todo, en el noviazgo. Hay que cuidar vivir el noviazgo como tal y no pretender vivir como matrimonio, puesto que este momento aún no ha llegado. Y una vez casados sacramentalmente, también hay que encauzar nuestros sentimientos y emociones, a través de la castidad. La virtud de la castidad no quiere decir virginidad, si no que es la pureza de nuestros actos y el dominio de nuestras pasiones. Tanto los solteros, como los casados deben de vivirla.

Es oportuno pensar en la moralidad de nuestra vida y cuestionarnos en varios puntos :

Autorrealización

¿ Lo que haces te libera, te hace ser más tu mismo o te esclaviza ?
El amor siempre es libre, sino lo es, no es amor.
Enriquecimiento de la otra persona :
¿Tu relación de pareja busca el crecimiento de la otra persona, a que sea más persona o al contrario la estás rebajando, manipulando, dominando, explotando ?

Honradez

¿ Mi acción es sincera o es simple simulación o engaño ? (Manifiesto por ejemplo cariño, y en realidad únicamente busco mis propios intereses) .

Fidelidad 

¿ Este acto fortifica tu deseo de permanencia o es simple capricho momentáneo ?

Gozo 

¿ Vives con gozo la vida que te confía el Creador o actúas simplemente por sumisión pasiva a un deber, por resignación a una exigencia ?

Hay que preguntarse: ¿Qué más espera Cristo de mí? porque cristiano es quien pertenece a Cristo en todos sus pensamientos y en todos sus actos ; y si nosotros tenemos el privilegio de serlo, debemos vivir de acuerdo a Él.

Aplicaciones en la vida diaria

No dejemos en saco roto lo que reflexionamos hoy, vivamos a la altura de lo que Dios quiere que lo hagamos, glorificándolo en todo momento y en todo lugar.

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