El ocio y el trabajo

El ocio y el trabajo

En el trabaja el cristianismo tiene un soble dimensión, ambas logran una relación afectiva con Dios.

Para el cristianismo el trabajo tiene una doble dimensión. La primera es la creativa. El hombre se asocia a Dios recreando el universo, transformándolo, haciéndose señor de él. Por lo mismo, el trabajo no le aparece como una esclavitud, sino más bien como la misión primordial en que se unen las fuerzas físicas con las habilidades mentales y la voluntad libre y perseverante.

La segunda vertiente es la del sufrimiento que acarrea el hecho mismo de laborar. La dificultad de crear, reproducir o administrar está radicada en una cierta rebeldía de la naturaleza contra el hombre y también en una cierta inclinación al mal que el hombre trae desde el origen de un pecado colectivo, el original.

Y frente al trabajo se encuentra la dimensión superior de la contemplación, el encuentro consigo mismo en la meditación y la relación afectiva del hombre con Dios y con los demás. Las palabras de Jesús a Marta tienen carácter de paradigma. “María escogió la mejor parte”. La contemplativa es colocada en el primer orden de la jerarquía ocio–trabajo.

La resultante es, por tanto, una buena mezcla dosificada entre trabajo creador y ocio gozoso, entre trabajo y descanso, entre aceptación de la fatiga y búsqueda del gozo en la quietud y el reposo periódicos. Entre la percepción oriental y la occidental hay más puntos de coincidencia que de divergencia en el orden de los principios, aunque a la hora de la práctica, los orientales se inclinan más al trabajo y los occidentales al descanso.

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