Falsos mesías, falsos profetas
Falsos mesías, falsos profetas
Etimológicamente, la palabra "mesías" procede del término hebreo mashiah, que deriva a su vez de la raíz mâshah, que significa "ungir". El mesías es aquel que ha sido ungido. Por eso con frecuencia se le llama "el Ungido de Yahvé".
Dicho de otro modo, ese ser excepcional en el sentido estricto de la palabra, es radicalmente diferente al profeta. El Divino actúa no sólo en lo que dice, sino en su ser. Como dice Henri Desroche: "a diferencia del profeta, que sólo reivindica una misión recibida de Dios, la mesianidad implica un vínculo de identificación mayor con Dios (...). Si el profeta está unido a Dios por un vínculo electivo, el mesías está unido a Dios por un vínculo nativo".
Puesto que el mesías es el Ungido de Dios, ¿cómo abordaremos el mesianismo? La Encyclopedia of Social Sciences define el artículo "mesianismo" como "esencialmente la creencia religiosa en la venida de un Redentor que podrá fin al orden actual de las cosas de forma universal o bien para un grupo aislado, e instaurará un orden nuevo hecho de justicia y felicidad". Se habrá comprendido que el mesianismo promete la venida de un enviado de Dios llamado a restablecer la justicia en la tierra y a establecer una edad de oro edénica.
Resulta mucho más difícil proclamarse mesías que declarase profeta o jefe de secta. Al contrario de lo que sucede con el simple líder carismático, el mesías debe demostrar constantemente su impregnación divina. Por eso proliferan en la actualidad los milagros y abunda el teatro. El falso mesías necesita decorado, puesta en escena. Reivindica un estatuto evidentemente privilegiado: el del hombre divinizado.
Los católicos creemos, sostenemos y afirmamos que Jesucristo es el Hijo de Dios. "Cristo" procede del término griego christos, que significa "ungido". Jesús es, pues, el Ungido de Dios. Es además el Hijo de María Santísima y San José y es descendiente directo del rey David. Pero es mucho más que eso, la Trinidad implica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un mismo y único Dios. Cristo es Dios hecho hombre, Dios verdadero, al tiempo que Hombre verdadero.
Los católicos no esperamos a Jesús físicamente en persona antes del Juicio Final, y no debemos confiar en quien se dice su emisario, o dice ser Él mismo, o quien lo ha enviado, trayendo un mensaje diferente y/o contradictorio al revelado durante Su vida en la tierra.
Muy diferentes son las Apariciones y los Mensajes que el Señor y la Virgen han ido dando y dan todavía a la humanidad como advertencias, guías y ayudas, y que en nada contradicen la Revelación original que es la base de nuestra Fe.
Desde esta perspectiva, y con la base de nuestra firme convicción en esas Verdades, nos dedicaremos a comentar aquí las características principales de aquellas personas que por distintos motivos han querido ser conocidas como los mesías que traerían la era dorada de la que hablamos en un principio.
Etimológicamente, la palabra "mesías" procede del término hebreo mashiah, que deriva a su vez de la raíz mâshah, que significa "ungir". El mesías es aquel que ha sido ungido. Por eso con frecuencia se le llama "el Ungido de Yahvé".
Dicho de otro modo, ese ser excepcional en el sentido estricto de la palabra, es radicalmente diferente al profeta. El Divino actúa no sólo en lo que dice, sino en su ser. Como dice Henri Desroche: "a diferencia del profeta, que sólo reivindica una misión recibida de Dios, la mesianidad implica un vínculo de identificación mayor con Dios (...). Si el profeta está unido a Dios por un vínculo electivo, el mesías está unido a Dios por un vínculo nativo".
Puesto que el mesías es el Ungido de Dios, ¿cómo abordaremos el mesianismo? La Encyclopedia of Social Sciences define el artículo "mesianismo" como "esencialmente la creencia religiosa en la venida de un Redentor que podrá fin al orden actual de las cosas de forma universal o bien para un grupo aislado, e instaurará un orden nuevo hecho de justicia y felicidad". Se habrá comprendido que el mesianismo promete la venida de un enviado de Dios llamado a restablecer la justicia en la tierra y a establecer una edad de oro edénica.
Resulta mucho más difícil proclamarse mesías que declarase profeta o jefe de secta. Al contrario de lo que sucede con el simple líder carismático, el mesías debe demostrar constantemente su impregnación divina. Por eso proliferan en la actualidad los milagros y abunda el teatro. El falso mesías necesita decorado, puesta en escena. Reivindica un estatuto evidentemente privilegiado: el del hombre divinizado.
Los católicos creemos, sostenemos y afirmamos que Jesucristo es el Hijo de Dios. "Cristo" procede del término griego christos, que significa "ungido". Jesús es, pues, el Ungido de Dios. Es además el Hijo de María Santísima y San José y es descendiente directo del rey David. Pero es mucho más que eso, la Trinidad implica que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un mismo y único Dios. Cristo es Dios hecho hombre, Dios verdadero, al tiempo que Hombre verdadero.
Los católicos no esperamos a Jesús físicamente en persona antes del Juicio Final, y no debemos confiar en quien se dice su emisario, o dice ser Él mismo, o quien lo ha enviado, trayendo un mensaje diferente y/o contradictorio al revelado durante Su vida en la tierra.
Muy diferentes son las Apariciones y los Mensajes que el Señor y la Virgen han ido dando y dan todavía a la humanidad como advertencias, guías y ayudas, y que en nada contradicen la Revelación original que es la base de nuestra Fe.
Desde esta perspectiva, y con la base de nuestra firme convicción en esas Verdades, nos dedicaremos a comentar aquí las características principales de aquellas personas que por distintos motivos han querido ser conocidas como los mesías que traerían la era dorada de la que hablamos en un principio.
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