Educación sexual de tu hijo: verdad y significado
Educación sexual de tu hijo: verdad y significado
Los padres preparan a sus hijos para que su futura vida en pareja sea buena y formen una familia
"Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta" (Fil 4,8).
La educación para el amor
La educación para el amor como don de sí constituye también para los padres la premisa indispensable para una educación sexual clara y delicada. El servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal superando una cultura que banaliza en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor. Este derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. La escuela observa la ley de la subsidiaridad, cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.
Es del todo irrenunciable la educación para la castidad como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el significado esponsal del cuerpo. Más aun, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo. Esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar los valores éticos y sus normas morales como garantía necesaria para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Un sistema de información sexual separado de los principios morales, tan frecuentemente difundido, no es más que una introducción y estímulo a la experiencia del placer, y abre el camino al vicio desde los años de la inocencia.
Dificultad del ambiente cultural
En nuestra época se manifiesta una profunda crisis de la verdad y en primer lugar, crisis de conceptos. Los términos "amor", "libertad", "entrega sincera" e incluso "persona", "derechos de la persona", ¿significan realmente lo que por su naturaleza contienen? Solamente si la verdad sobre la libertad y la comunión de las personas en el matrimonio y en la familia recupera su esplendor, empezará verdaderamente la edificación de la civilización del amor.
El utilitarismo es una civilización basada en producir y disfrutar; una civilización de las "cosas" y no de las "personas". La mujer puede llegar a ser un objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres, la familia una institución que dificulta la libertad de sus miembros. Para convencerse de ello, basta examinar ciertos programas de educación sexual, introducidos en las escuelas, a menudo contra el parecer y las protestas de muchos padres; o bien las corrientes abortistas, que en vano tratan de esconderse detrás del llamado "derecho de elección" (pro choice). El llamado "sexo seguro", propagado por la civilización técnica, es en realidad, bajo el aspecto de las exigencias globales de la persona, radicalmente no-seguro, e incluso gravemente peligroso.
La verdad, sólo la verdad, prepara para un amor "hermoso". Un amor reducido sólo a satisfacción de la concupiscencia (cfr. 1Jn 2,16) o a un recíproco uso del hombre y de la mujer, hace a las personas esclavas de sus debilidades. Ciertos "programas culturales" modernos favorecen esta esclavitud; "juegan" con las debilidades del hombre, haciéndolo más débil e indefenso.
Preparar para la relación con los otros
No hay que descuidar, en el contexto de la educación, la cuestión esencial del discernimiento de la vocación y, en éste, la preparación para la vida matrimonial, en particular. En efecto, no hay que olvidar que la preparación para la futura vida de pareja es cometido sobre todo de la familia. Ciertamente la preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja sicología y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. Es el periodo en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo.
La educación para el amor
La educación para el amor como don de sí constituye también para los padres la premisa indispensable para una educación sexual clara y delicada. El servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal superando una cultura que banaliza en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor. Este derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. La escuela observa la ley de la subsidiaridad, cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.
Es del todo irrenunciable la educación para la castidad como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el significado esponsal del cuerpo. Más aun, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo. Esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar los valores éticos y sus normas morales como garantía necesaria para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Un sistema de información sexual separado de los principios morales, tan frecuentemente difundido, no es más que una introducción y estímulo a la experiencia del placer, y abre el camino al vicio desde los años de la inocencia.
Dificultad del ambiente cultural
En nuestra época se manifiesta una profunda crisis de la verdad y en primer lugar, crisis de conceptos. Los términos "amor", "libertad", "entrega sincera" e incluso "persona", "derechos de la persona", ¿significan realmente lo que por su naturaleza contienen? Solamente si la verdad sobre la libertad y la comunión de las personas en el matrimonio y en la familia recupera su esplendor, empezará verdaderamente la edificación de la civilización del amor.
El utilitarismo es una civilización basada en producir y disfrutar; una civilización de las "cosas" y no de las "personas". La mujer puede llegar a ser un objeto para el hombre, los hijos un obstáculo para los padres, la familia una institución que dificulta la libertad de sus miembros. Para convencerse de ello, basta examinar ciertos programas de educación sexual, introducidos en las escuelas, a menudo contra el parecer y las protestas de muchos padres; o bien las corrientes abortistas, que en vano tratan de esconderse detrás del llamado "derecho de elección" (pro choice). El llamado "sexo seguro", propagado por la civilización técnica, es en realidad, bajo el aspecto de las exigencias globales de la persona, radicalmente no-seguro, e incluso gravemente peligroso.
La verdad, sólo la verdad, prepara para un amor "hermoso". Un amor reducido sólo a satisfacción de la concupiscencia (cfr. 1Jn 2,16) o a un recíproco uso del hombre y de la mujer, hace a las personas esclavas de sus debilidades. Ciertos "programas culturales" modernos favorecen esta esclavitud; "juegan" con las debilidades del hombre, haciéndolo más débil e indefenso.
Preparar para la relación con los otros
No hay que descuidar, en el contexto de la educación, la cuestión esencial del discernimiento de la vocación y, en éste, la preparación para la vida matrimonial, en particular. En efecto, no hay que olvidar que la preparación para la futura vida de pareja es cometido sobre todo de la familia. Ciertamente la preparación remota comienza desde la infancia, en la juiciosa pedagogía familiar, orientada a conducir a los niños a descubrirse a sí mismos como seres dotados de una rica y compleja sicología y de una personalidad particular con sus fuerzas y debilidades. Es el periodo en que se imbuye la estima por todo auténtico valor humano, tanto en las relaciones interpersonales como en las sociales, con todo lo que significa para la formación del carácter, para el dominio y recto uso de las propias inclinaciones, para el modo de considerar y encontrar a las personas del otro sexo.
Comentarios
Publicar un comentario